Un día, durante los años de dominación japonesa sobre Okinawa, un policía "naichi", apodo que recibían
los policías japoneses del interior, se mofaba de los karatecas locales
empequeñeciendo su arte, retando a cualquiera de ellos. Itosu, que tenía
entonces el cargo oficial de programar la educación física en los estudios
académicos, se sintió molesto por el comentario y, como ya era costumbre en él,
decidió tomar cartas en el asunto.
Se dirigió al director de la Universidad , que era
japonés. "El kárate no es un deporte, le dijo Itosu, "es más bien un
arte para matar. Solo se deberá usar para defensa personal y como último
recurso".
El director, que tenía a Itosu en gran estima, se
dirigió al alcalde y este confirmo lo alegado por el maestro. Todos los
oficiales de la prefectura eran japoneses provenientes de una región del
interior llamada Kagoshima. Todos eran de la misma región del policía que había
iniciado este debate y además le consideraban invencible, pues era un campeón
invicto en el arte de Naichi, (que después pasó a denominarse Judo).
"Pienso que esta sería una buena oportunidad
para comparar el arte del Judo japonés con el kárate okinawense", se dijo
el jefe de la policía. "He tomado la considerada opinión de permitir que
se celebre este combate. De esta manera, el pueblo Okinawense reconocerá para
siempre que el arte de Naichi es superior al karate".
Cuando Itosu oyó que el combate fue oficialmente
permitido, reunió a todos sus alumnos y les instruyó muy formal y solemnemente.
"Pronto veréis el kárate en una situación real de combate, y he decidido
enfrentarme al experto en judo personalmente. No le mataré, naturalmente, pero
tengo que demostrar a los del interior que el kárate es el arte más peligroso y
efectivo que existe con las manos vacías. Por eso, quiero que todos vosotros
estéis presentes".
La confrontación entre los dos grandes artistas
marciales fue un gran acontecimiento : Kárate contra Judo. Se celebró por la
tarde en el recinto universitario y horas antes de empezar el combate las
gradas ya estaban abarrotadas de estudiantes policías y público. Los policías y
los oficiales japoneses no se contenían en mostrar su sarcasmo contra los
isleños okinawenses.
Un silencio sepulcral se hizo en el recinto cuando
entró aquel venerable hombre de 75 años de edad para defender el honor del
kárate.
La indignación del público japonés llegó a
mostrarse como un gran enfado colectivo. Sintieron que se insultaba a su gran
campeón de Judo. Su victoria perdería todo el mérito si se limitaba a vencer a
un desvalido anciano, pensaron. Por esta razón, el combate fue casi pospuesto,
y lo hubiera sido de no ser pública la tremenda reputación de Itosu. Así pues,
con algunas reservas, entró el experto en Judo al area designada para el combate.
El experto Judoka comenzó el combate describiendo
un círculo alrededor de Itosu, haciendo gestos burlescos como para guardar las
apariencias. Itosu, con gran calma, pivotaba mientras mantenía la mirada fijada
en los ojos del japonés. El viejo isleño se mostraba tan relajado que parecía
ridículo , incluso para sus alumnos. De improviso, el policía se abalanzó hacía
adelante y agarró la manga y el escote de la ropa de Itosu, pero en menos de un
parpadeo, los espectadores vieron con sorpresa cómo el japonés caía al suelo.
Itosu había conectado su puño izquierdo profundamente en el plexo solar del
Judoka, acompañado de un sonoro grito seco (kiai). El joven quedó en el suelo
encogido de lado intentando respirar con dificultad.
Todo sucedió tan rápidamente que los oficiales
japoneses quedaron sin palabras. Solo oyeron un único kiai, y allí estaba en el
suelo retorciéndose el admirado campeón. Entonces, Itosu, tranquilamente, se
inclinó hacia el caído, y comenzó a practicar una técnica de
"katsu"(arte de la recuperación) y, en muy poco tiempo, sus arrugadas
y manchadas manos con lunares seniles, consiguieron que el judoka se sentara
anonadado y recuperara el estado normal.
Después, Itosu se dirigió hacia la zona donde se
encontraban sus alumnos, y con su característica voz crujiente, que era
perfectamente escuchada por el silencio que envolvía al público, les instruyó
con este monólogo: "Hoy", dijo, "habéis visto lo que el kárate
puede hacer contra el no iniciado en el kárate. Nunca debería ser usado a no
ser que no haya otro recurso. Espero que este combate y esta lección la contéis
a vuestros futuros alumnos y sea recordada para siempre".
Diciendo esto, Itosu se marchó lenta y
tranquilamente y este acontecimiento entró en la historia