CELEBRACION DEL TANABATA 2017 EN SHORIN RYU TAISHINKAN CHIKARA DOJO ARGENTINA


El 7 de julio se celebra el Tanabata, la cuarta de las cinco festividades estacionales japonesas (gosekku), una de las celebraciones más importantes (y bonitas) de Japón. Se trata de una tradición importada de China que empezó a celebrarse conjuntamente con otra festividad japonesa (tanabatatsume) a partir del periodo Nara (710-794) y se popularizó durante el periodo Edo (1600-1868).

Según el antiguo calendario japonés el mes de Julio recibía el nombre de fumizuki “el mes de las letras” porque durante el Tanabata había la costumbre de ofrendar poemas y escritos. También con la misma lectura pero con una transcripción diferente, otra versión sostiene que es “el mes en que las espigas de arroz se hacen visibles” porque en este mes madura el arroz.  Otros nombres que recibe este mes son akihatsuki, “el mes en el que comienza el otoño”, tanabatatsuki, “el mes del tanabata“, o medeaizuki, “el mes de los enamorados”, en referencia a Orihime y Hikoboshi, los protagonistas del tanabata.

¿Y cuál es la historia detrás del tanabata? Hace mucho, mucho tiempo vivió una hermosa joven llamada Orihime, hija del rey del Cielo. Cuenta la leyenda que Orihime disfrutaba tejiendo vestidos para su padre y encontraba en esta actividad todo lo que podía desear para ser feliz. Así pasaba plácidamente los días en la Llanura Alta del Cielo, absorbida en su trabajo y al ritmo del monótono sonido de la lanzadera del telar. Pero una mañana, al dirigirse al telar, Orihime vio a un joven y apuesto pastor de bueyes llamado Hikoboshi y se enamoró perdidamente de él. Aunque mantuvieron el romance en secreto, el rey del Cielo advirtió en su hija el amor que sentía por Hikoboshi y les unió en matrimonio.

Sin embargo, la felicidad no iba a durar mucho. Su apasionado amor y el indescriptible gozo que sentían por el mero hecho de estar juntos provocó que descuidaran sus deberes; Orihime dejó de tejer y Hikoboshi abandonó los bueyes a su suerte. Si en un principio el rey del Cielo toleró con indulgencia este comportamiento, no tardó en tener que tomar medidas drásticas ante el cariz que había adquirido la situación. Fue así como castigó a los dos amantes y los separó para siempre convirtiéndolos en estrellas.

Pero separar a dos enamorados por toda la eternidad sin perspectivas de reencontrarse era demasiado cruel; así que les fue concedida la posibilidad de volver a verse una noche cada año, la noche del séptimo día del séptimo mes. Esa noche las urracas acuden a volar sobre el río Celestial y con las alas totalmente desplegadas forman un puente por el que Hikoboshi cruza el río camino de los brazos de su amada. Terminada la noche, él vuelve a su trabajo de pastor de bueyes y ella se queda tejiendo, anhelando ambos el próximo reencuentro.

Desgraciadamente para los amantes, su encuentro anual depende de las condiciones meteorológicas: si esa noche está despejada, también lo estará el camino que les unirá. Pero si esa noche llueve, la crecida del río Celestial impedirá a las urracas formar el puente. La lluvia de esa noche es más triste que las de las demás noches y por ello se llama la lluvia de las lágrimas.

Aunque de origen chino (y también popular en Corea), esta es más o menos la historia tal y como se conoce en Japón y así es más o menos como la recogió Lafcadio Hearn (1850-1904) en "El romance de la vía Láctea (Barataria 2004) y Luis Caeiro en la primera parte de sus Cuentos y tradiciones japoneses (Hiperión, 1993).  La historia tiene como protagonistas a Vega (estrella que se encuentra a 25,3 años luz de la Tierra, en la constelación de Lira), que hace el papel de la bella tejedora Orihime y Altair (situada a 16,8 años luz, en la constelación de Águila), en el papel del apuesto boyero Hikoboshi. Según la antigua astronomía china y japonesa, Altair formaba parte de una constelación llamada Boyero, situada al oeste, y Vega estaba en una constelación llamada Tejedora, al este. Ambas constaban de tres estrellas y entre las dos discurre el Gran Río Celestial, que no es otro que la Vía Láctea.

En China, para festejar la reunión de los amantes, se celebra el Qi Xi, “la noche de los sietes”, que puede considerarse como el día de los enamorados de aquel país. Esta festividad fue, como decíamos al principio, importada a Japón durante el periodo Nara (710-784) y pasó a llamarse tanabata

Una de las formas primitivas de celebrarla consistía en atar tiras de papel (tanzaku) de cinco colores (rojo, verde, amarillo, blanco y negro) que representan los cinco elementos (fuego, madera, tierra, metal y agua, respectivamente) con poemas de alabanza a los amantes a cañas de bambú recién cortadas y colocarlas en los tejados de las casas; una vez acabada la fiesta se recogían y se arrojaban al río o corriente más cercano.

  

  

 
  
En la versión moderna de esta celebración se cuelgan papeles en los que se han escrito deseos con la esperanza de que se cumplan, sea cual sea el destino de estos deseos. Para el Tanabata de este año escribimos a mano nuestros deseos en pequeños trozos de papel rectangulares llamados tanzaku (短冊) y los colgamos en el hilo colocado en el Dojo dispuesto para la ocasión. Estos deseos no podrán ser leídos por nadie y permanecerán colgados en el Dojo a la espera de que se cumplan.