El 7 de julio se celebra el Tanabata,
la cuarta de las cinco festividades estacionales japonesas (gosekku),
una de las celebraciones más importantes (y bonitas) de Japón. Se trata de una tradición importada de China que
empezó a celebrarse conjuntamente con otra festividad japonesa (tanabatatsume) a partir del periodo Nara (710-794) y se popularizó durante el periodo Edo (1600-1868).
Según el antiguo calendario japonés el mes de Julio recibía el nombre de fumizuki “el mes de las letras”
porque durante el Tanabata había la costumbre de ofrendar
poemas y escritos. También con la misma lectura pero con una transcripción
diferente, otra versión sostiene que es “el mes en que las espigas de arroz
se hacen visibles” porque en este mes madura el arroz. Otros nombres que recibe este mes son akihatsuki,
“el mes en el que comienza el otoño”, tanabatatsuki, “el mes
del tanabata“, o medeaizuki, “el mes de los
enamorados”, en referencia a Orihime y Hikoboshi, los protagonistas del tanabata.
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Sin embargo, la felicidad no iba a durar mucho. Su
apasionado amor y el indescriptible gozo que sentían por el mero hecho de estar
juntos provocó que descuidaran sus deberes; Orihime dejó de tejer y Hikoboshi
abandonó los bueyes a su suerte. Si en un principio el rey del Cielo toleró con
indulgencia este comportamiento, no tardó en tener que tomar medidas drásticas
ante el cariz que había adquirido la situación. Fue así como castigó a los dos
amantes y los separó para siempre convirtiéndolos en estrellas.
Pero separar a dos enamorados por toda la eternidad
sin perspectivas de reencontrarse era demasiado cruel; así que les fue
concedida la posibilidad de volver a verse una noche cada año, la noche del
séptimo día del séptimo mes. Esa noche las urracas acuden a volar sobre el
río Celestial y con las alas totalmente desplegadas forman un puente por el que
Hikoboshi cruza el río camino de los brazos de su amada. Terminada la noche, él
vuelve a su trabajo de pastor de bueyes y ella se queda tejiendo, anhelando
ambos el próximo reencuentro.
Desgraciadamente
para los amantes, su encuentro anual depende de las condiciones meteorológicas:
si esa noche está despejada, también lo estará el camino que les unirá. Pero si
esa noche llueve, la crecida del río
Celestial impedirá a las urracas formar el puente. La lluvia de esa noche es
más triste que las de las demás noches y por ello se llama la lluvia de las lágrimas.
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En China, para festejar la reunión de los amantes,
se celebra el Qi Xi, “la noche de los sietes”, que puede
considerarse como el día de los enamorados de aquel país. Esta festividad fue,
como decíamos al principio, importada a Japón durante el periodo Nara (710-784)
y pasó a llamarse tanabata.
Una de las formas primitivas de
celebrarla consistía en atar tiras de papel (tanzaku) de cinco colores
(rojo, verde, amarillo, blanco y negro) que representan los cinco elementos
(fuego, madera, tierra, metal y agua, respectivamente) con poemas de alabanza a
los amantes a cañas de bambú recién cortadas y colocarlas en los tejados de las
casas; una vez acabada la fiesta se recogían y se arrojaban al río o corriente
más cercano.
En la versión moderna de esta celebración se cuelgan papeles en
los que se han escrito deseos con la esperanza de que se cumplan, sea cual sea el destino de estos deseos. Para el Tanabata de este año escribimos a mano nuestros deseos en pequeños trozos de papel rectangulares llamados tanzaku (短冊) y los colgamos en el hilo colocado en el Dojo dispuesto para la ocasión. Estos deseos no podrán ser leídos por nadie y permanecerán colgados en el Dojo a la espera de que se cumplan.