
Ubicada en las tranquilas colinas del distrito de Shuri en la ciudad de Naha, Kinjo Stone Road (金城町石畳道) es una joya histórica que transporta a los visitantes a la era del Reino de Ryukyu. Esta pintoresca calle empedrada, también conocida como Kinjo-cho Ishidatami Michi, es uno de los pocos tramos originales que aún se conservan del antiguo sistema de caminos que conectaban el Castillo de Shuri con el sur de la isla de Okinawa.
Kinjo significa “castillo de oro” o “ciudad dorada”, haciendo referencia a la nobleza que residía en la zona durante la época del Reino de Ryukyu.




La construcción de la calle se realizó con grandes bloques de piedra caliza local, dispuestos de manera que pudieran resistir la erosión de las lluvias subtropicales y facilitar el tránsito tanto de peatones como de caballos. El diseño inclinado y ondulante de la calle seguía las curvas naturales del terreno, reflejando una armonía con la topografía característica de la arquitectura ryukyuense.
Hoy en día, Kinjo Stone Road es un importante bien cultural protegido por el gobierno japonés. El tramo que sobrevive, de unos 300 metros, se encuentra rodeado de casas tradicionales okinawenses con tejados de tejas rojas (aka-gawara) y muros de piedra coralina. Es uno de los pocos lugares donde se puede experimentar el ambiente urbano del antiguo Shuri.




Durante siglos, este camino fue transitado por miembros de la nobleza, emisarios reales y artesanos, y era parte del itinerario ceremonial que conectaba el castillo con los templos y santuarios del sur de la isla. Además, se usaba para transportar productos locales, como tejidos de bingata (técnica de teñido tradicional), cerámica yachimun, y otros bienes de comercio.
Caminar por Kinjo Stone Road es como atravesar una cápsula del tiempo. Cada piedra del camino cuenta una historia: de monarcas y súbditos, de comerciantes y peregrinos. El musgo que crece entre las piedras, las paredes centenarias y los jardines cuidados a la manera tradicional evocan una Okinawa anterior a la guerra, cuando la isla tenía una identidad cultural profundamente única, distinta del resto de Japón.
Uno de los elementos simbólicos que se destaca es la presencia de los "Shisa", leones guardianes ubicados en las entradas de varias casas. Estos amuletos de protección, típicos de la cultura Ryukyu, son considerados los protectores del hogar frente a los espíritus malignos.
Durante la Batalla de Okinawa en 1945, gran parte de la ciudad de Shuri fue destruida, incluyendo el Castillo de Shuri. Sin embargo, este pequeño tramo de la Kinjo Road logró sobrevivir, convirtiéndose en un testimonio silencioso de la resiliencia del pueblo okinawense. Después de la guerra, con el crecimiento urbano y la modernización, muchos caminos antiguos desaparecieron, pero el de Kinjo fue cuidadosamente restaurado y preservado como parte del patrimonio cultural.
Durante las lluvias, las piedras se tornan brillantes y resbaladizas, lo que en épocas antiguas obligaba a caminar con calzado especial o descalzos. El camino está rodeado de más de 30 especies distintas de flora subtropical, y en primavera se llena de aromas cítricos gracias a los jardines de shikwasa (una fruta cítrica local). Se ha utilizado como escenario en varias películas y documentales sobre la historia de Okinawa. A escasos metros se encuentra el santuario de Uchaya-Udun, una casa de té tradicional utilizada por la nobleza.








Consejos para visitantes: Calzado cómodo: Aunque el tramo es corto, el camino empedrado es irregular y puede ser resbaladizo. Evitar días de lluvia fuerte, ya que la inclinación del camino puede dificultar el paseo. Visitar al atardecer, cuando la luz dorada resalta las texturas de la piedra y las sombras de los muros crean un ambiente mágico. Llevar cámara, porque cada rincón parece una pintura viviente del viejo Okinawa.
Kinjo Stone Road no es simplemente una calle antigua: es un vestigio vivo de una civilización insular única, orgullosa y profundamente conectada con su entorno. En un mundo cada vez más moderno y uniforme, caminar por este sendero es reconectar con una forma de vida más lenta, más consciente, y llena de significado. Es, sin duda, uno de los secretos mejor guardados de Okinawa, y una parada obligatoria para cualquier viajero con sensibilidad histórica.



